domingo, 30 de marzo de 2014

Con Susi, Claudio y Lu vinimos a un lugar parecido a Parque Pereyra a pasar la tarde. Me levanto a caminar un rato y cuando vuelvo, ya no están. Estoy sola en un bosque. Tengo miedo, "qué carajo hago ahora?" pienso. No quiero llamarlos porque se van a cagar de risa. "Me perdí?". Camino y camino como una hora y media. Llego a una estación de servicio, que es muy muy antigua, y llamo por teléfono a Claudio desde una cafetería. "Nos fuimos porque Susana se sentía mal. En quince llegamos". Los esperé, bajaron todos menos Susi. Cuando volvemos al auto, vemos que ella ya no está. La llama al celular. No atiende. Lo llaman de un número desconocido diciendo que está en tal lugar, que vayamos a buscarla. Fuimos (en la realidad es el consultorio del dentista de Lu). Un tipo nos abre y desde el mostrador nos da, en bolsas ziploc, partes de un cuerpo humano. Reconozco la campera de ella. Siento una parálisis corporal insoportable. Lucía llora y Claudio me dice "No importa Miqui, alguna vez tenía que pasar".

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