domingo, 30 de marzo de 2014

Me encuentro caminando por un lugar que desconozco. Por cómo me siento, puedo decir que desde hace mucho tiempo lo estoy haciendo. Siento sed y cansancio. Es una calle larga, parece que no tiene final. De repente, ésta calle ya no es más interminable. Ahora me encuentro en una esquina, en la cual se abren dos caminos, uno hacia la izquierda, otro hacia la derecha. Me siento desorientada. Elijo el derecho. Sigo caminando. A lo largo de ésta avenida veo, en reiteradas veces, muchas cosas agrupadas de a tres. Tres casas, tres árboles, tres bancos, etcétera. Llegué a un edificio, que casualmente, era el tercero del tercer grupo de edificios que vi. Estoy subiendo al piso tres. Cuando salgo del ascensor, observo tres puertas. La mía es la tercera. Saco mi juego de llaves, en el cual tengo tres. La tercera es la correcta. Abro la puerta, hay tres habitaciones. Me descalzo, dejo las llaves en una cómoda, me miro en un espejo que hay sobre ella y ya no soy yo, soy una señora desconocida.

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